Escritos Sobre Arte Mexicano
Jean Charlot

Editado por Peter Morse y John Charlot

© 1991--2000
Peter Morse y John Charlot

Notas Bibliográficas
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Stefa Brillouin

Es de justicia que este mismo Palacio de Bellas Artes, cuyo interior está pleno del trueno plástico de grandes murales mexicanos, se preste también a recibir la obra de Stefa Brillouin, cuyo murmullo también tiene algo que decir. Porque un violín solo, una sola flauta, suelen enunciar algo esencial que no es del vocabulario de mil tambores.

Son tan sabias las obras de Stefa Brillouin que se asemejan a divertimientos de niñas cultas. Pero estos simples trazos, esos embarrados de colores frescos, esconden complejo misterio, lo más misterioso por estar del todo bañado de luz. La tradición francesa se asoma por esas pinturas como por ventanillas de colores, "petite", pero sin tenerles ni pizca de miedo a los gigantescos frescos y duccos de sus compañeros de aquí.

Tal tradición es la de la vía media. El francés agarra la vida por ambos cuernos, emoción y racionalidad, y no la suelta. Su emoción nunca llega al desorden selvático del "gefuhl" [sic: Gefühl]; su racionalidad no alcanza al perfecto racionalismo, tan perfecto que de ponerlo en práctica se acabaría el mundo.

Del pintor más francés, Nicholas Poussin, dijo Félibien, en 1670, que su genio era el de la medianía. En efecto, un cuadro de Poussin carece de todos los rasgos extremos que el bourgeois atribuye, quizás malévolamente, a la obra genial.

El francés gusta más de la grandeza de una obra cuando es tejida alrededor de un asunto pequeño. Nunca es más inspirado Renoir que cuando pinta gatitos jugando con hilos en una canasta, y sus modelos femeninos nos encantan por algo también felino sin anhelar a la belleza de la Fornarina.

Desde el punto de vista técnico, el francés no gusta del medio que se erige en fin, rechaza grandes alardes del pincel, cree en el derecho que tiene el cuadro de ostentar vistosos rojos o verdes si así se le antoja, o bien de taparse con una gama de grises tan finos como lo son aquí los matices de los rebozos. Desconfía también de esos otros medios que han olvidado su posición subalterna, la anatomía, la perspectiva, ciencias que fueron creativas en las manos de sus inventores, los Uccellos y Francescas, pero letra muerta desde entonces.

Tantas negativas dan por resultado algo positivo: la Escuela Francesa conserva, a través de siglos y de disfraces temporales, una unidad viva, un algo trémulo que nunca aburre, como suelen aburrir a veces hasta las obras maestras.

Estas notas sobre pintura francesa son inspiradas por la exposición de dibujos, pasteles y óleos de Stefa Brillouin. Debemos juzgar bien el que sus obras se expongan cercanamente a las de la Escuela Mexicana por el hecho de que su obra no es ni mexicana ni mexicanizante. Ya habemos muchos que nos hemos dado cuenta de que el artista no tiene derecho a su torre de marfil. Hoy sabemos que tampoco lo tienen las naciones. Pero todavía encontramos un no sé qué de heroico en la idea de un arte estrictamente nacional. Tal idea es fecunda en el plano ideal pero no en práctica. La verdad es que se robustece más la obra al quedar expuesta a influencias más diversas. Al Greco se le enraizó lo bizantino (que llamamos español) al estudiar con Tiziano, su sensual opuesto. Y nuestro Diego no nos hubiera salido tan mexicano de no haberse forjado al crisol parisiense.

La pintura de Stefa Brillouin es embajadora cultural. Se puede dudar de los propagandistas, porque sabemos que intentan convertirnos; asimismo al embajador que se nos acerca resplandeciente de plumas, medallas, guantes y espada, le sospechamos, aunque quizá injustamente, de maquiavelismo. Pero ¿cómo dudar de la sinceridad de este mensaje en donde la inspiración libera, como escopolamina, a lo más privado de la conciencia, esa voz pequeña y toda subjetiva con la cual el artista se interroga a sí mismo?

Recibiremos tal mensaje con gratitud y con la misma sencillez que lo caracteriza. Esta gota de tradición francesa, en solución, tiene el mágico poder de abrirnos vistas inmensas.

 

Carlos Mérida, Maestro Consciente de su Arte

Juan Cordero, Muralista Mexicano

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