Escritos Sobre Arte Mexicano
Jean Charlot

Editado por Peter Morse y John Charlot

© 1991--2000
Peter Morse y John Charlot

Notas Bibliográficas
Índice


Las Pinturas de la Escuela Nacional Preparatoria

Non intrabit eunuchus, attritis vel amputatis testiculis at abscisso veretro Ecclesiam Domini.
Deut. XXIII, I.

Las pinturas de J.C. Orozco y D.A. Siqueiros, pinturas en curso de ejecución actualmente, han sido lapidadas y mutiladas por un grupo de estudiantes de la Preparatoria. Los periódicos han presentado el asunto en un tono de guasa y la patada del burro al león agonizante fue dada copiosamente por un joven poeta, Salvador Novo (en El Universal Ilustrado), el cual, como joven y como poeta, hubiera podido emplear su talento en más generosas actividades. El incidente ya está clasificado; pero de él se pueden sacar, con provecho, algunas deducciones.

Este grupo, compuesto sin duda de semieducados y de estudiantes refractarios al estudio, ha actuado, según su lógica propia, como debía actuar; como lo hicieron antes de él otros grupos en contra de otras obras de arte.

Es que la pintura, si como técnica puede ser asimilada a otros oficios manuales (plomería, carpintería, etcétera), en sus resultados se aleja de ellos infinitamente.

Ninguno puede poner en duda la utilidad de una canalización sólida, de un mueble confortable; todos se dan cuenta de su utilidad práctica y el que los ejecuta tiene derecho (hablando sin ironía ninguna) al respeto de los otros, porque contribuye a su bienestar. Además, unas leyes bien definidas de oferta y demanda hacen de la existencia de tales profesiones la cosa más explicable del mundo.

Pero en pintura es otra cosa, excepción hecha de los malos pintores: éstos, en efecto, trabajan comercialmente, según la demanda. Para llenar el alma de las gentes "poéticas" harán unos cuadros representando flores de matices deliciosos y, para las gentes menos poéticas, según lo pedido, unos "baños turcos" con sabrosos desnudos y escenas fascinantes (el estómago ordena). Tales cuadros tienen el mismo origen que los "graffiti" decorando los W.C. de nuestras escuelas y hasta de nuestras secretarías y, por lo mismo, siempre tendrán éxito con la gente ordenada y de buen gusto. Aquí, como en el caso del carpintero o del plomero, todo es explicable por las mismas leyes de oferta y demanda, lógico, aceptable.

Pero llegando a la pintura no comercial, ésta que creada con toda rectitud de intención se desarrolla, antes de que llegara a la luz, en la mente del pintor, según unas leyes tan misteriosas y dolorosas como las que preceden al nacimiento del hombre mismo, nos encontramos frente a lo desconocido.

Es cierto que la pintura completa puede y debe representar una idea, ser portavoz de un concepto, como lo es un libro. Pero la experiencia enseña que si tal obra es odiada por el público, no será jamás por la idea que representa, sino precisamente porque es buena pintura.

Es que su fuerza estética, creando un canon nuevo de belleza, desorienta la rutina y la pereza que adhieren por costumbre y fuerza de inercia a los cánones de belleza ya conocidos, clasificados, momificados. Y si, para colmo de desdicha, tal obra no tiene detalle que pueda satisfacer la animalidad de los espectadores, ésta será considerada como insulto a la bajeza de estos individuos por su sola superioridad.

Siendo una creación, los incapaces de crear se indignan viéndola, por el simple hecho de que los eunucos odian la fecundidad de los viriles.

Además, no se puede explicar, como en el caso de la mercancía, por el deseo de lucro. El pintor, si algunas veces recibe salario, otras veces trabaja sin él.

Tampoco corresponde a una de las necesidades (comer, dormir, gozar) catalogadas por los que saben que sólo de pan vive el hombre.

A ese título pertenece a las obras espirituales, y debe ser envuelta en el mismo desprecio que estas otras virtudes antisociales de humildad y de pobreza, por ejemplo, que conducen los que las toman en serio hasta la ignominia siempre, y muchas veces hasta la muerte.

Para ilustrar lo antedicho, citaremos unos hechos, si no iguales, sí semejantes, tomados de diversas épocas y civilizaciones.

La estatua ecuestre de Leonardo da Vinci, despedazada por mercenarios borrachos que la tomaron como blanco.

Miguel Ángel, echado fuera del Vaticano por un palafrenero, insultado por Aretino en nombre de la moral ultrajada, según él, por el Juicio Final de la Sixtina.

Rembrandt, anciano ya, obligado por la necesidad de grabar ilustraciones de las cuales los editores le rehusaban el pago.

Gauguin, que se envenenó y se arrastró hasta las montañas para que las hormigas devoraran el cuerpo.

Los frescos de Orozco, apedreados por la élite social futura del país, no son sino unos ejemplos tomados entre mil de esta ley: Siempre luchará (sin otra razón que la de su perversión) el mediocre contra el superior, ya que éste, en su desdén o repugnancia, rehusa defenderse, quedando así como una fácil víctima de las coces de sus enemigos.

Se ve entonces con qué lógica superior, si no moral, actuó el grupo de estudiantes de que nos ocupamos. Si una cosa podría extrañar en esto, es solamente que no lo hayan hecho antes.

La obra destruida es importante, en particular y muy especialmente el admirable San Francisco ayudando a los pobres, del cual, yo creo, ningún hombre de buena fe puede negar la belleza.

¿Qué iba a hacer la autoridad? Lo que hizo: suspender la obra, castigando a los pintores por haber pretendido crear belleza para unos individuos que no saben qué hacer con ella. Se puede suponer que dentro de un porvenir próximo esas bellas cosas, únicas en el mundo en el actual período de arte, serán recubiertas con cal blanca, símbolo de la falsa inocencia de esos malos jueces, los cuales, si se dignasen leer este artículo (que no está escrito para ellos), se reirían de él sin entenderlo, tan seguros que están de vivir sus vidas hasta la muerte rodeados de sus hijos y de sus fotografías de familia, que reflejan y multiplican en el tiempo y en el espacio, para mayor satisfacción de sus abdómenes sentimentalistas, la efigie misma de sus vidas vanas y de su inmortal mediocridad.

 

Carta al Sindicato de Pintores y Escultores Revolucionarios

Prólogo como Presentación de un Grupo de Grabadores en Madera

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