Entrevista con Carlos Merida

January 29, 1971 (29 de Enero, 1971), con John Charlot, transcrita por Marta Gonz‡lez-Lloret, 1998.

La se–ora, la se–ora Goupil, la madre de Jean [Àest‡, bueno?] la he conocido personalmente porque ten’a ella una casa de modas, y fue en ese momento que entrŽ en contacto con una persona de tanta finura espiritual que no sŽ, a m’ y a mi esposa nos condujo a tener m‡s relaciones en una forma estricta y concisa con ella y fue entonces que a travŽs de Jean conocimos a sus... a su familia mexicana, una familia que me parece tiene el apellido de .[this your name of the Mexican family isÉ?]  La se–ora era se–ora Goupil, s’.  Yo la he conocido por introducci—n de Juan a quien yo hab’a antes tratado cuando Žl lleg— a MŽxico en el momento en que se estaba gestando el movimiento que se ha llamado de el Renacimiento Mexicano, y que Juan a descrito tan perfectamente en el libro que Žl ha escrito y que se llama del Veinte al Veinticinco, del Veinte al Veinticinco A–os, una unidad o un consenso de arte que hizo estilo en el mundo de LatinoamŽrica y en los Estados Unidos.  Cuando Juan lleg— a MŽxico, desde luego Žl tom— un papel muy importante en el desarrollo del movimiento de arte que se gestaba en ese momento, a travŽs primero del Licenciado Vasconcelos, que fue Žl que patrocin— toda la gesta, Žl luego encabezado por Diego Rivera que era en el momento dado, una especie de conductor de muchas personalidades a las cuales logr— ensamblar en una forma de arte que no era propiamente arte de compromiso, sino m‡s bien, arte que ten’a algunas relaciones con el indigenismo mexicano, el mesticismo, los factores sociales, la revoluci—n, etc. 

La personalidad de Juan se hizo notar porque Žl, como europeo, ten’a una cultura de la cual carec’amos todos nosotros.  ƒl, desde luego, impuso un estilo que ha mantenido personal hasta este momento.  ƒl aprendi— de golpe el espa–ol.  Tiene una capacidad para los idiomas muy, muy, muy grande y muy afinada.  Su mexicanidad estaba situada dentro de su familia mexico-francesa y su francesismo de Žl; adem‡s la religi—n que Žl profesaba, y profesa hasta ahorita, la cat—lica, era comœn a todos nosotros.  Nunca en ningœn momento Žl dej— de ser un pintor cat—lico, a pesar de que en ese momento, todos los pintores que capitaneaba Diego Rivera eran de por s’ un poco revolucionarios y anticlericales como ellos llam‡banse ser.  Nosotros por razones de vieja cultura y de familia mantuvimos, yo en lo personal, y Juan tambiŽn, la religi—n que nos fue dada por nuestra familia y nuestros padres.  Su estilo de vida en ese momento era muy dado a su trabajo, nunca pomposo, manten’a sus condiciones espirituales muy cabales, nunca hizo alarde [Àest‡ andando?] nunca hizo alarde de su capacidad, de su esto, de su lo otro.  ƒl mantuvo y como ha mantenido hasta ahorita un tipo de vida que es muy ajeno a la pomposidad, muy ajeno al autobombo, muy ajeno a las condiciones ostentarias de que son muy afectos los pintores de ahora. 

Yo le conoc’ en el preciso momento en que se nos llam— a trabajar con Rivera.  Por una u otra causa, nos conectamos en ese momento en la pintura, que fue la primera que Diego hizo del anfiteatro de la Preparatoria de la universidad Nacional.  Ah’ se pint— a la encaœstica.  Juan fue desde luego un maestro en su capacidad tŽcnica como lo ha sido siempre.  Su influencia sobre los otros consist’a no en imponerse, por una u otra razones, sino en manifestarse dentro de su capacidad tŽcnica, cultural, que Žl trajo a AmŽrica de Francia sin que ello implicase que Žl hiciera una especie de exhibici—n de toda esa labor que Žl logr— traer de Europa. 

Las relaciones desde luego con los dem‡s compa–eros fueron muy cordiales, porque Juan tiene la virtud de ser amical, de no ser ostentoso, de ayudar a los dem‡s, y luego todas las discusiones que se ten’an con respecto al arte, Žl siempre fue consultado, sus opiniones aceptadas, porque se consideraba, y eso se hac’a palpable, de que Žl sab’a much’simo m‡s que nosotros; sobre todo los artistas mexicanos que nunca hab’an viajado por Europa. 

Las relaciones que tuve entonces con Juan no fueron ya solo familiares, a travŽs de su madre, la se–ora Goupil, sino que tambiŽn fueron art’sticas.  Juan fue una especie de director de lo que se hac’a tŽcnicamente en el momento en que se inici— el movimiento del Renacimiento Mexicano.  Fue el primero que trabaj— el fresco, fue el primero que inici— c—mo deb’a hacerse aquello porque Žl tra’a una seguridad tŽcnica que no era muy propia en las condiciones en que nosotros est‡bamos para desarrollar un trabajo que implicaba el conocimiento de un cierto muralismo que iba ya m‡s all‡ de las posibilidades tŽcnicas nuestras.  Nosotros hab’amos so–ado, por mi parte, un muralismo equis, pero yo no sab’a como reservar, c—mo realizarlo, ni en d—nde lo iba a realizar.  ƒl fue pues un maestro, desde el principio, y su opini—n, su filosof’a, su tŽcnica, su saber sobre el arte de la historia fue de una ayuda inconmensurable en el desarrollo del Movimiento Mexicano, aunque eso pues no ha sido reconocido sino por cierto sector intelectual mexicano, que ha logrado colocar a las personas que elaboraron en ese momento en su verdadero sitio.

Las influencias ya lo dije, que Juan haya recibido de los otros, no eran propiamente influencias nuestras sino influencias del medio.  Sus experimentos sobre fresco fueron important’simos porque fue Žl, con Montenegro, el primero que se interes— por ese tipo de pintura.  Guerrero, uno de los ayudantes de Diego, no fue sino una especie de maestro que quiso adaptar al fresco buono europeo un tipo de pintura m‡s mejicana, dentro del propio fresco, y que pretend’a realizarse con aguamiel de el maguey.  Desde luego que este asunto no result— muy satisfactorio porque las pinturas tratadas de esta manera todas se fueron quebrando poco a poco hasta destruirse.

La influencia de la pintura de Jean sobre los otros artistas, puede que haya sido m‡s intelectual, es decir, no de en cuanto al estilo de este notable pintor, sino en cuanto a las prŽdicas de Žl, lo que se le o’a hablar, la manera como, tan l—gica, desarrollaba su mente, como desarrollaba su conciencia art’stica, como desarrollaba sus conocimientos que iban nutriendo todos los cerebros nuestros hacia la consecuci—n de lo que nosotros est‡bamos o trat‡bamos de hacer.  Ese es propiamente la influencia de Juan dentro de los otros en el movimiento.  No es el estilo de dibujo o el estilo como Žl trat— su dibujo, m‡s bien era una influencia intelectual la que Žl ejerci— desde el primer momento.  

ƒl trat— sus sujetos de acuerdo con una especie de, m‡s bien, de tendencia o de gusto por la pintura popular, por los tipos populares, sin que esto implicara que era una pintura de compromiso como lo fue desde un momento la pintura de Rivera o la pintura de Siqueiros o la pintura de otros m‡s que siguieron las huellas de Rivera.  ƒl se interes— por la conquista a travŽs de sus lecturas, Žl se interes— por las Malinches, por las tortilleras, por los cargaderos, porque esto le produc’a a Žl, m‡s bien, simpat’as pl‡sticas como pudo haberle interesado la flora o le pudo haber interesado los animales locales o cualquiera otra historia de esta naturaleza.  ƒl se interes— desde luego por el arte folkl—rico, lo sent’a por la parte mexicana que Žl tiene en su sangre.  Su pintura popular de pulquer’a, Posada, Manila, Cordero, la academia de San Carlos, fueron sus materiales primeros de trabajo y siguen siŽndolo a pesar de todos los a–os, as’ es que no es una cosa que Žl tenga como a–adida o como se le haya a–adido, en su momento aquel, sino porque Žl sent’a estos motivos m‡s en consonancia con su fino esp’ritu, su amor por la humanidad, su amor por la gente, su sentido positivo de vivir.  En otros pintores del momento estos tipos que fueron pseudo-revolucionarios, llegaron a un cl’max, que ya era una especie de intento directo de hacer un arte as’ sin que aquello tuviera un sentimiento hondo o perfecto como en el caso de la pintura de Juan Charlot, que era una cosa sensitiva, que era una cosa humana, que Žl lleg— a eso por su sentimiento ’ntimo de las cosas m‡s intensas de lo que pueda tener el arte de un pueblo, como es un folklore, como son sus tipos raciales, como son el modo de vivir, etc. 

Sobre el libro del Mexican Mural Renaissance, 1920 al 25, es una cosa penosa que no se haya aœn hecho una traducci—n adecuada de uno de los libros m‡s concisos y m‡s completos que se hayan escrito sobre el Movimiento Mexicano.  Se ha hablado much’simo en MŽxico de este movimiento, todav’a se sigue hablando a pesar de que esto ya es una cosa del pasado, es una cosa obsoleta.  Sin embargo la historia que Juan recuenta en su libro es muy interesante en cuanto a que coloca a los pintores que formaron el grupo y que realizaron aquella obra en su justo y definitivo lugar.  Yo pienso que el mejicano es un poquito, m‡s bien, muestra poco interŽs en cosas tan valiosas como estas.  Afortunadamente hay un grupo intelectual que s’ piensa de otro modo y entonces estamos nosotros muy interesados en que de una u otra forma, ese libro se traduzca al espa–ol y se llegue a conocer en MŽxico para que se le dŽ su verdadero lugar, como lo est‡ teniendo ya fuera de MŽxico, en los Estados Unidos y en Europa. 

Las relaciones de Juan con Rivera, Orozco, Siqueiros, Leal, Canal, fueron unas relaciones no solo am’cales, sino de trabajo, de trabajo.  Primero, los ya nombrados: Rivera, Orozco, Siqueiros, Leal, Canal, Revueltas, De la Cueva y otros artistas fueron los que se agruparon alrededor de Vasconcelos para llevar a efecto la pintura mexicana del momento, la pintura que fue la que se dice en cierta forma, revolucionaria, o que est‡ hija de los movimientos revolucionarios anteriores a los veintes.  El caso de Weston, de los Estridentistas, del Sindicato famoso, de la se–ora Ol’n, de Anita Brenner, de Tina Modotti y de los estetas en MŽxico, pues, fue un movi-É, fue m‡s bienÉ, ellos fueron momentos interesantes.  Desde luego, no pod’an estar m‡s all‡ del alcance de Juan; Juan estaba dentro de esto, y por eso estaba con Weston y por eso estaba con el Sindicato, porque el Sindicato ten’a una prŽdica que era en cierta forma un comunismo muy, m‡s literario, m‡s intelectual-literario que hondo.  Nosotros nunca pertenecimos a ningœn sindicato real comunista, ni a ningœn sindicato real revolucionario, sin embargo sent’amos aquello y hab’an unos cuantos, como Siqueiros, que se interesaban por publicar El Machete o por publicar otro peri—dico en el cual muy lindamente se insultaba a los curas o se insultaba a los burgueses, pero de ah’ aquello nunca pas— a ser una cosa tremendamente ofensiva. 

Todos ten’amos en el caso nuestro papel, nuestras creencias, nuestra forma de vivir.  Anita Brenner por ejemplo fue una escritora que particip— directamente y escribi— un libro sobre los movimientos art’sticos mexicanos.  Weston vivi— con nosotros.  Tina Modotti estuvo en su momento tambiŽn viviendo el medio mexicano del momento, en el cual se advert’an ciertas formas de personales, que no destru’an la unidad de todas estas personas que fueron la condici—n de los grupos que intervinieron en la pintura mexicana. 

Juan fue siempre un gran escritor sobre arte.  ƒl tiene una clarividencia extraordinaria para definir, para juzgar y para escribir.  Y como yo lo dije antes, Juan era en este "trait", en este camino, en esta condici—n, uno de los directores del movimiento con m‡s capacidad y con m‡s influencia por el hecho de que era un culto europeo capaz de discernir, de definir, de ense–ar, de modelar, de explicar todo lo que nosotros hac’amos y que nosotros conociŽsemos exactamente por quŽ y cu‡ndo aquello se hac’a. 

Juan desde luego escribiendo fue un poeta, nunca le’mos poes’as de Žl, pero su literatura, sus escritos eran muy comunes dentro del momento.

Su primer fresco, La Masacre en el Templo, detuvo la influencia necesaria de ser el primer trabajo que se hizo sobre fresco, en el cual hay tambiŽn parte de a–adidos met‡licos y de trabajos que est‡n fuera del "fresco buono", que se llama.  La opini—n de esta pinturaÉfue muy comentada y ejerci— influencia definida sobre los dem‡s compa–eros que trabajaron con Žl en la Preparatoria y que fueron Leal y que fue Alva de la Canal y que fue Cahero y algunos otros, que estaban trabajando dentro de otras facetas pero que de todas maneras no ten’an, ni nunca tuvieron una capacidad y una maestr’a que ha durado tanto hasta ahorita como la tuvo Jean Charlot en el momento y como la sigue teniendo dentro de su rama. 

Las otras frescos, Las Lavanderas y Los Cargadores de la Secretar’a de Educaci—n Pœblica, fueron pintadas por expresa idea del licenciado Vasconcelos.  Vasconcelos reconoc’a en Juan uno de los m‡s capaces directores del movimiento.  Sin embargo Rivera pens— que Žl ten’a que hacer un tr’ptico justamente en los paneles en donde Juan trabajaba y fue esta la raz—n, yo no me atrevo a decir que Žl tuviera una mala intenci—n o una envidia, porque todas las relaciones que tuvimos nosotros fueron cordial’simas, sino tal vez por la necesidad de tener los tres paneles para hacer una trilog’a que ah’ qued— plasmada en los corredores de la Secretar’a.  Juan en el momento cuando eso lleg— a ser, Žl no tuvo ninguna opini—n contraria, no hubo discusi—n enojosa, y todo aquello qued— en una forma de lo m‡s amical.  Juan en este caso obr— como deb’a. 

Nunca hubo ciertos sentimientos contra Juan como francŽs, como tampoco los hubo contra m’ como guatemalteco.  El trabajo que se hac’a era muy cordial; no creo yo que se haya tenido ninguna mala voluntad.  Al revŽs, se le aceptaba, se le o’a.  Nunca que yo sepa, hubo nada en contra de Žl. 

Me parece a mi que la opini—n de Seldon Rodman, sobre el caso de Charlot, est‡ un tantito errada.[i]  No creo que haya sido justo ni haya sido verdad.  Nunca en ningœn momento, que yo sepa, se ejerci— influencia contra Juan, nunca se le tuvo, de tal manera se le estim—, de tal manera se le estima en MŽxico que cuando Žl lleg— hace un a–o justo a una visita que nosotros consideramos extraordinaria, se le hizo una recepci—n cordial’sima, se le reconoci— todo lo que Žl vale, se le reconoci— su participaci—n en el movimiento de los veintes, se le festej—; lo cual fue para nosotros una cosa agradabilisima porque, a travŽs del tiempo, a travŽs de los a–os, hubo un reconocimiento de un enorme sector intelectual para la obra que Juan hab’a desarrollado.

La obra arqueol—gica de Yucat‡n la conozco yo poco, porque Žl se relacion— con arque—logos de fama continental, y me parece a m’, que lo que Žl buscaba era encontrar los or’genes de un tipo de trabajo que a la larga hab’an de influenciar su estilo, como as’ ha sucedido.  Si primero las influencias fueron directamente del tema popular, m‡s tarde tal vez, Žl fue influenciado directamente por sus trabajos yucatecos. 

Ahora, yo creo que, las influencias que Žl recibi— o que Žl buscaba est‡n manifestadas en su trabajo despuŽs del veinticinco, en cuenta la pintura un poco oscura, que se ha dado en llamar "la pintura primitiva del movimiento."  Pero, a travŽs de los desarrollos de su obra, Žl se ha manifestado siempre una tendencia en Žl a rebuscar cosas perdidas, cosas idas que traen a cuento sus hilos mexicanos, sus hilos que lo atan a nuestro mundo latinoamericano. 

1930 como se sabe, el 68, se le hizo su retrospectiva, y Žl vio a sus viejos amigos, encontr— sus viejos periodos, encontr— otros nuevos, se dio cuenta especialmente de que el viejo tronco ya era una cosa obsoleta.  Su retrospectiva no fue si no una cosa trascendental para nosotros, porque nos dimos cuenta de los or’genes de la pintura que se hab’a gestado en el veinte, y para Juan fue una cosa hermosa de vernos todos conjuntos, celebrando el trabajo de uno de los grandes generadores de la pintura mexicana de los veintes.  Esto prueba que contra lo que pueda decirse, nunca se le ha tenido una mala, en mala v’a, como acierta Seldon, de que Juan o su trabajo o su vida, tan limpia y tan perfecta, haya influido en que Žl haya salido de MŽxico.  Me parece a m’, que lo que ha pasado fue que Žl buscaba nuevos horizontes, nuevos caminos, como todos nosotros lo hicimos, nuestros viajes por Europa, nuestros viajes por SudamŽrica, nuestros viajes por el mundo, cosas que no pueden decirse que sean, por ejemplo, cosas que representen un mal sentimiento en relaci—n con nuestro trabajo, en MŽxico, en el cual fueron, no s—lo, intervinieron, mexicanos sino tambiŽn varios extranjeros.  Creo yo que Juan ha recibido con su retrospectiva los mejores sentimientos de sus amigos y del pueblo mexicano que se pueden tener de un artista que trabaj— en el viejo periodo en una forma tan concisa y tan definitiva.

Bueno yo creo que es un poco bastante...

 



[i] Selden Rodman, Mexican Journal: The Conquerors Conquered, The Devin-Adair Company, New York, 1958, p. 223, cita de Rufino Tamayo:

Mexico still doesnÕt recognize Carlos Merida.  They call him a ÔGuatemalanÕ after heÕs been living and painting here thirty years.  Why?  Because he has something different and personal to say, and is subtle about the way he says it.  They drove Jean Charlot out because he didnÕt quite conform to their ÔRenaissanceÕ taste--

ÔMŽxico todav’a no reconoce a Carlos MŽrida.  Le llaman un ÒGuatemaltecoÓ despuŽs de que ha vivido y ha pintado aqu’ durante treinta a–os.  ÀPor quŽ?  Porque tiene algo diferente y personal que decir, y es sut’l en la forma en que lo dice.  Apartaron a Jean Charlot porque no se ajustaba a su gusto ÒRenacentistaÓÑÔ