LA PINTURA MURAL DE MÉXICO, 1920-1924[1]

 

Emilio Amero, Octubre de 1947

 

Por ese tiempo, José Clemente Orozco, pintaba el primer tramo del primer piso de la Escuela Nacional Preparatoria. Siqueiros daba principio a la pintura de la pequeña escalera en el segundo patio, Alva de la Canal y Fermín Revueltas seguían trabajando en el vestíbulo, Cahero se preparaba a destruir la pintura que ya había terminado en la parte lateral de la escalera principal de la misma escuela, para que Orozco pintara en ese mismo lugar. El grupo que había comenzado con Rivera, Charlot, Mérida y Guerrero se había agrandado, convirtiéndose en lo que más tarde fuera el Sindicato de Pintores y Escultores. Políticamente el grupo se había colocado a la vanguardia y más pintores así como intelectuales se agregaron. Casi todos los días el grupo se reunía para planear y cambiar ideas, algunas veces en una de las Oficinas de la Secretaría de Educación, en otras en la casa del mismo Rivera y frecuentemente se daban cenas y banquetes a funcionarios públicos. Estas reuniones no siempre terminaban bien, pues Rivera o Siqueiros propugnaban por obtener la dirección del grupo.

En cierta ocasión los Estudiantes de la Escuela preparatoria, decidieron tomar parte activa en contra los pintores y comenzaron a destruir los murales de Orozco, quien notificó al grupo de pintores, quienes a su vez iniciaron una protesta contra los actos de vandalismo de los estudiantes. No todos los miembros del grupo respaldaron a Orozco (Diego entre otros). Con este incidente, la rivalidad que ya existía entre Orozco y Rivera se manifestó claramente.

Trabajaba yo entonces con Carlos  Mérida, cuando el Lic. José Vasconcelos me pidió le hiciera un proyecto para decorar la Biblioteca Principal de la Secretaría de Educación. En forma simple, proyecté lo que a mí me pareció debería ser la decoración de esta Biblioteca, en realidad el problema no presentaba grandes dificultades, pues el espacio en que debería ir la pintura era realmente reducido. Los muros estaban divididos por grandes ventanas las cuales se encontraban a unos ocho pies de altura desde el suelo. Entre cada una de estas ventanas, el espacio que estas dejaban, era suficiente para poder pintar una sóla figura. Por lo tanto, planeé una figura monumental en cada uno de los panos del muro y estas figuras serían como de doce pies de altura. Cada una de las figuras representaría las varias razas de que esta poblada centro y Sud-américa, mi intención era representar con ello el titulo que se la  había dado a  esta biblioteca, tengo entendido que este era: Biblioteca de las Américas o Biblioteca Ibero-americana.

Con la ayuda de Víctor Reyes y otro ayudante, tomé medida de los muros, después, realicé con bastante cuidado y exactitud el primer boceto al que después de cambiar la coloración total repetidas veces, se lo presenté al Lic. Vasconcelos, quien después de estudiarlo me pidió se lo enseñara a Rivera.

Por este tiempo ya Rivera se disponía a pintar sus primeros frescos de la Secretaría, ya Charlot y Amado de la Cueva habían terminado los suyos en el segundo patio de la propia Secretaría. (Charlot había terminado el primer fresco en la Escuela Preparatoria que se hiciera entonces.) Rivera con Xavier Guerrero experimentaba la pintura al fresco. Unas veces añadía materias diversas al enjarre del muro, en otras Guerrero pulimentaba la pintura o la tarea de cal y arena antes o después que Diego pintaba. Tal era el estado de cosas cuando yo presenté a Rivera el proyecto para la Biblioteca, después de verlo me dijo que le parecía bastante interesante, pero que dudaba que Vasconcelos me dejara pintar en fresco. (Yo aprendí la técnica del fresco de Charlot por primera vez y después de Alva de la Canal y Revueltas). Las razones que me diera, era que el Ministro deseaba terminar cuanto antes la Biblioteca y después, en vista de que los muros ya estaban terminados, sería muy difícil que me dejara destruirlos, en vista de que para pintar al fresco, tendría que remover las superficie de las paredes. Por lo tanto, decidí a pintar los muros con témpera. Mientras los andamios eran construidos, experimentando varias técnicas, buscando una témpera bastante durable, me propuse usar la témpera a base de caseína. Después de hacer el primer dibujo a escala del muro, comencé la figura principal, trabajando día y noche, rodeado por grandes cantidades de libros, estantes y muebles de la Biblioteca, mis ayudantes y yo trabajamos.

Cuando la pintura estaba a medio comenzar, Rivera que ya se  había enterado de que estábamos pintando se presentó... Siempre recordaré lo que Diego me dijo: "Amero, lo felicito por que esto es en realidad, lo más mexicano que hasta ahora se ha pintado"..... Naturalmente tales palabras me alegraron y decidí poner todos mis esfuerzos por que la decoración fuera una de las mejores.

Pero,…..precisamente el mismo día, por la tarde el Lic. Vasconcelos nos hizo una visita y sin mas preámbulos, con la manera que le caracterizaba, me dijo que era necesario yo dejara de pintar las paredes de la Biblioteca. Como yo le preguntara cuáles eran las razones, enfurecido me dijo que el no tenía que darme ninguna, pues él era el Ministro y que él ya estaba cansado de tantos indios que estaban siendo pintados. Me dijo que si yo quería seguir trabajando debería hacer cosas más importantes que indios, por ejemplo: La Iliada de Homero, en lo cual podría usar figuras clásicas griegas, o la Vida de Don Quijote de Cervantes, etc........y esa misma noche, los andamios, escaleras y pinturas eran retirados de la Biblioteca.

Semanas más tarde, principié un boceto para el retrato de Don Quijote, según las instrucciones que me fueron dadas para la ejecución de este trabajo. Estas consistieron en lo siguiente: La pintura debería de ser hecha en aceite, el tiempo que debería de tomar para realizarla, no mas de sesenta días y el trabajo debería ser supervisado por el Lic. Torres Bodet, quien en este tiempo era el Jefe del Departamento de Literatura. Afortunadamente para mí, tal pintura se quedó solamente en forma de boceto, pues éste no fue aprobado por el Sr. Bodet, quien encontró que el Quijote estaba demasiado realista, pues debería de dársele un carácter más noble y digno. Quizás esto era cierto, pero la verdad es que yo no sentía mucho entusiasmo por el proyecto en cuestión, por lo que sin protesta ni defensa alguna abandoné la idea. 

Días mas tarde, juntamente con Mérida (quien había terminado la pequeña biblioteca para niños), Charlot, Guerrero, trabajaba en los frescos del segundo patio, en el segundo piso y que consisten en los escudos de los varios estados de la Republica de México. De estos, seis fueron pintados por mí.

Después de haber terminado este trabajo, Orozco quien se encontraba sin ayudante me invitó a tomar este puesto, cerca de seis meses trabajé con él, en los muros de la Escuela Preparatoria.

En el año de 1925, emprendí un viaje a la Habana, Cuba, donde después de vivir por cerca de un año, me dirigí a los Estados Unidos del Norte.

El relato de mis actividades como litógrafo, data en realidad desde la fecha en que tuve la buena ventura de conocer a Jean Charlot.

Por aquellos años (1921), estudiaba yo en la vieja Escuela de San Carlos y en cierta ocasión en una de las veces en que yo fuera a la Biblioteca de la Escuela, el bibliotecario, el Sr. Picaseño me presentó con Charlot. (La biblioteca estaba por adquirir una publicación de Charlot, que consistía en un Via-crucis realizado en grabado en madera). El carácter de Charlot, amable y generoso, me hizo apreciarle y tomarle rápidamente cariño. Muchas fueron las veces que el me invitó a su casa, recuerdo perfectamente las varias veces que dibujamos del mismo modelo y así es como en cierta ocasión, caminando por la calle, Charlot y yo nos detuvimos frente a la casa de un impresor. En la entrada, pegado a lo que fuera el cancel, había unos carteles anunciando películas italianas que por aquel entonces estaban de moda. Pregunté a Jean, de si había razón por que nosotros no podríamos hacer lo mismo, es decir; dibujar de la misma manera con que estaban hechos los carteles. Muy pronto Charlot y yo estábamos platicando con el impresor y unos días más tarde Jean en un lado y yo en el otro, dibujábamos en una piedra litográfica. Si mal no recuerdo, Charlot hizo un retrato del escultor Pintao.

Razones económicas impidieron en mi caso, que continuara haciendo litografías y más tarde cuando lo intenté, el impresor había desaparecido.

No si no hasta el año de 1929, en New York, el impresor Miller, es cierto, imprimió para mí varias litografías. Sin embargo, debo aclarar aquí, que ninguna enseñanza personal me impartió el Sr. Miller, pues es verdad que nunca estuve en el taller de este famoso impresor, sino que por conducto de su ayudante, éste me traía y llevaba las piedras litográficas, así mismo como las impresiones.

Con libros y tratados sobre el método de impresión litográfica, con observaciones y experimentos realizados por mí, regresé a México, donde en la misma Escuela de San Carlos, establecí en el año de 1931  un taller de litografía. 

Fue en este taller, donde jóvenes pintores dieron sus primeros pasos en litografía, entre otros: Zalce, Chavez Morado, Pujol, Bracho, Dosamantes y otros. Desde entonces hasta la fecha, yo sigo haciendo litografías y las imprimo yo mismo.  

 



[1] A five-page typescript in the Jean Charlot Collection, written for Jean Charlot’s The Mexican Mural Renaissance: 1920–1925, Yale University Press, New Haven and London, 1963.  Copyedited by John Charlot.